Casi el 90% de nuestra matriz primaria de energía se basa en hidrocarburos fósiles. El gas natural representa aproximadamente la mitad de esa matriz. Habitualmente los países tratan de bajar su dependencia respecto de los hidrocarburos para reducir su dependencia del exterior, sea por motivos económicos, geopolíticos o ambos. Lo hacen también para bajar el impacto ambiental de su utilización.
Argentina no es un país que tenga “grandes” problemas ambientales, los principales no se derivan de la utilización de hidrocarburos. La contaminación del “Riachuelo” como coloquialmente lo conocemos no se debe precisamente a la combustión de combustibles fósiles. Los problemas de la disposición de la basura en las ciudades (Residuos Sólidos Urbanos) tampoco están relacionados necesariamente con la combustión de hidrocarburos.
Nuestro país dispone de recursos hidrocarburíferos que le permitirían sostener su matriz energética actual, basta mencionar el potencial de recursos de “shale oil” y “shale gas” que están entre las principales del mundo, aún sin considerar los hidrocarburos convencionales no explotados. Argentina tiene recursos potenciales no explotados en materia de recursos hídricos, eólicos y solares. El potencial en materia de biocombustibles también nos ubica entre los países con mayor potencial. Tenemos el polo productor de Biodiesel mas importante del mundo. Si quisiéramos convertir a Biodiesel el excedente de nuestra producción de aceites de origen vegetal, casi podríamos prescindir del gasoil tradicional. Podemos producir Bioetanol para sustituir naftas a partir de caña de azúcar y maíz. Si aprovecháramos nuestro potencial en esta materia podríamos prescindir de las naftas tradicionales.
Dejo de lado a la energía nuclear pues si bien tiene sus virtudes ambientales por su aporte a reducir el calentamiento global, tiene lógicamente implicancias de otro tipo (basta ver lo ocurrido en Japón). Argentina puede darse el lujo de seguir adelante con el programa nuclear con fines pacíficos o quedarnos donde estamos pues tenemos la opción de elegir que nos conviene más.
Pocos países en el mundo tienen a la alcance de la mano este vector de recursos para cubrir sus necesidades energéticas. Podemos seguir con la matriz actual, la podemos diversificar e incluso podemos elegir “cómo” la diversificamos.
El denominador común que traba la secuencia de conversión de los “recursos potenciales” en reservas disponibles (en el caso de los hidrocarburos) o recursos efectivamente disponibles en el caso del resto, es la falta de capacidad de nuestro país para atraer sostenida y sustentablemente un flujo de inversiones capaz de poner en valor económico dichos recursos.
Si somos un país sin conflictos geopolíticos relevantes, sin problemas ambientales relevantes devenidos del uso de hidrocarburos, si tenemos recursos para sostener la matriz actual, ¿Para qué diversificar nuestra matriz energética?. Básica y sencillamente porque nos conviene.
La energía hidráulica, eólica o solar son industrias “capital intensivas” pero de una sola vez. Por ejemplo, una vez construida una granja eólica su costo de mantenimiento es muy bajo. La inversión “fuerte” de capital se hace al inicio, el resto de las erogaciones son operación, mantenimiento y reposición, muy bajas respecto a las iniciales. Lo mismo aplica para la energía solar o hidráulica.
En el caso de los biocombustibles, la materia prima la Argentina la produce con ventajas comparativas únicas. Si algo ya probó nuestra economía es su competitividad en la producción de granos y oleaginosas (por caso, maíz y soja, o los cultivos especialmente diseñados para su uso energético que pudieran desarrollarse).
En el caso de los hidrocarburos (convencionales y no convencionales), la actividad es capital intensiva pero recursiva, es decir se debe mantener un ritmo constante de inversiones para sostener el nivel de producción. En el caso de los hidrocarburos no basta con descubrir reservas y movilizarlas, hay que invertir para movilizar nuevas reservas para cuando se agoten las anteriores y así sucesivamente. Sólo para citar un ejemplo, no hay que invertir para sostener “un corredor de viento”.
Si algo sufrió nuestro país a lo largo de su historia es la poca capacidad para sostener flujos inversores constantes en el tiempo, incluso en el complejo agrícola – ganadero, por lejos el sector más competitivo de nuestra economía.
Hoy la coyuntura mundial muestra que hay proporcionalmente mas recursos financieros dispuestos a financiar energías alternativas que tradicionales. Basta ver la expectativa que está generando la próxima licitación de renovables diseñada por el actual gobierno, y en contraposición como bajan las inversiones en el upstream petrolero, aún cuando nuestro país desde 2015 a la fecha viene sosteniendo precios para las hidrocarburos mas altos que los vigentes en otras latitudes.
La señal que nos está enviando el mundo es bastante evidente. Muchas veces los flujos globales financieros no se dan sólo por lo que pasa en un país en particular sino por decisiones mas globales. Europa, por caso, ya agotó los corredores eólicos mas rentables (con factores de uso mas altos). Argentina todavía ni empezó a recorrer ese camino. En sentido contrario, en el caso de los hidrocarburos, por más esfuerzos que hicimos como país para tener precios mas altos que los internacionales en los últimos años, los bajos precios internacionales por lo visto pesan mas que los esfuerzos locales.
Hoy el mundo probó que ciertas energías renovables pueden ser eficientes, tanto desde el punto de vista técnico o económico. Hoy todo indica que posaron sus ojos en nuestro país, tanto por nuestras necesidades energéticas, por la natural expectativa que despierta un nuevo gobierno, como por nuestras ventajas comparativas. No deberíamos desaprovechar esta ventana de oportunidad. Sencillamente, porque nos conviene.